La noche caía lentamente sobre nosotras. La luz del cielo estaba cambiando mágicamente desde un azul natural de un cielo claro a unos rojos y amarillos claros de una hermosa puesta de sol. Caminamos despacio, disfrutando del momento, sintiendo la presencia mutua de nuestros corazones silenciosamente, escuchando la música en las calles, tomando fotos, sintiendo la fresca brisa sobre nuestras caras y saboreando la fiesta de una hermosa puesta de sol en el Puente de Carlos en la ciudad de Praga.
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Esa semana había hecho algo increíble. Algo que tal vez cada madre responsable desea hacer secretamente, y al mismo tiempo le da a uno toneladas de miedo. No me había atrevido a hacerlo durante unos cuantos años. Pero sabia que no me arrepentiría.

Esto era dejar a papá encargado de la casa, con dos hijos por una semana entera. Cuando le confesé a mi hermana mi plan inmediatamente me mando los cortometrajes de la nueva película argentina titulada “Mama se fue de viaje”. Me dejo dudando, hasta el día que llegaron mis dos amigas trotamundos listas para partir.

Praga estaba llamando.

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Praga es una de esas ciudades que cuando la ves por primera vez deja en ti una sensación de que el tiempo no ha pasado, que el amor puede ser encontrado en sus calles, y que millares de historias parecen estar escritas en cada uno de sus callejones misteriosos y bellos. El puente de Carlos parece ser capaz de atrapar tu corazón y asegúrese de que vuelvas una y otra vez para dar una última mirada.

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Esa noche caminaba con mis amigas lentamente y una sensación de felicidad, y de alegría se apoderó de mi corazón mientras veía el sol despedir al día con su último y hermoso adiós. Sabía que en ese breve momento estaba celebrando la amistad.

Le pregunté a mis amigas:

“¿Se sienten felices? ¿Se sienten felices en este momento? ¿Ahora mismo?”
“Sí” dijeron.
“¿Ven?, Las chicas podemos ser felices! Si nos tenemos unas a las otras!.

Días anteriores les había contado la historia de las mujeres de Okinawa Japón y como llegan a ser las mujeres mas longevas del mundo. Ellas tienen un grupo de amigas que se llaman “Moai” las cuales han prometido velar la una por la otra por el resto de su vidas. (Buettner Dan, “El secreto de las zonas azules”, 2016)

Tengo que confesar que medite de esa noche en Praga días después. Dejo en mi corazón una impresión duradera. Meditando en ello me di cuenta de que la felicidad nace tarde o temprano desde el interior del corazón de cada persona y no puede depender solamente de nuestra familia inmediata. Era verdad que los extrañaba, pero ello no me deprivaba del placer de poder disfrutar del atardecer, de la lindas estrellas de la noche, la belleza de las luces y la presencia de mis amigas. Yo sabía que la felicidad tenía que encontrarse en algún lugar dentro de mi ser, en la forma en que veía la vida y yo interpretaba los momentos que vivía.

Entonces me acordé de un texto en la Biblia que había leído muchas veces pero que tomó un significado más poderoso debido a esta experiencia:

“Porque el hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, conocimiento y felicidad” (Eclesiastés 2:26)

Así que; la felicidad provenía de Dios. El era la fuente. El la da libremente al hombre que a “El” le agrada. Pensar en ello me hizo ahondar en los tesoros bíblicos y descubrir más sobre cuáles son las cosas que agradan a Dios.Pero sobre estos descubrimientos escribiré en un post posterior.

Tengo que confesar que después de esos descubrimientos internos en mi viaje llegué a casa y le dije a mi marido algo que tal vez no debería haber dicho, pero que afortunadamente el comprendió:

“Descubrí que puedo ser feliz sin ti.”
“¿Qué?”
“Amor, no lo digo malintencionadamente” dije mientras nos abrazábamos, “mira, siento que puedo ser feliz porque viene dentro de mi corazón, no tiene que depender en los demás. Dios me la da.”

Él me respondió:

“Entiendo lo que quieres decir, sólo cuando eres feliz y contenta contigo misma eres capaz de amar incondicionalmente y amar verdaderamente. Tu no tienes que depender en el amor de las otras personas o en mi amor para ser feliz y amar a cambio. Amas porque eres libre. Cuando eres feliz, eliges amar porque tienes gozo en ti”

“¡Sí!” Dije, “¡Exactamente !, me entiendes totalmente. Eso precisamente sentía antes de que nos conociéramos y nos casaremos. Y ahora lo volví a descubrir, en Praga.”

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