Estoy arriba de un avión, mirando por última vez las montañas Mexicanas que me dicen adiós cubiertas de nubes blancas. No es un adiós para siempre,

es un hasta luego, por un periodo de mi vida estaré ausente de esta tierra llena de sol.
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Desde el avión miro hacia abajo y veo cómo el mundo de esta tierra sigue girando, carros van y vienen, las nubes se mueven y me imagino a mi familia allá abajo en las tiendas, o dirigiéndose ya a casa después de despedirnos en el aeropuerto.

Me imagino también a mis amigas tal vez en sus casas o preparándose para una semana intensa en sus actividades diarias. Mi corazón se despide de todos aquellos que me aman y de toda esta tierra donde construimos memorias juntos, probamos sabores distintos, y crecimos en amor.

Pensar en todo lo que dejó atrás y mirar hacia adelante con ojos lleno de oportunidad y esperanzas es pensar que los mismos milagro que Dios me dio en México, El los puede lograr en cualquier otro lugar.

Y cuando pienso en las relaciones entre las personas me doy cuenta que ellas mismas son parte de su milagro. Es parte de ese amor que se desborda de su trono para llenar nuestros corazones de amor, perdón, y amistad. Para cruzar las barreras del idioma y la cultura y encontrar esa misma necesidad de aceptación, admiración y amor en el corazón de ese otro ser humano creado también por Dios.

Aunque la vida misma nos pide muchas veces decirle adiós a las personas que mas amamos y admiramos, me doy cuenta también que hay cosas que permanecen y siempre están con nosotros no importa donde vayamos o donde estemos. Cuando estamos solo o aislados, ellas siempre están allí.

Una de ellas son los Ángeles de Dios que vuelan con nosotros y aunque no los veo con mis ojos terrenales, mis ojos espirituales me dicen que están allí conmigo, me dan paz en el viaje y me hacen recordar que este maravilloso cielo azul lleno de nubes que parecen algodón tiene un Autor y Creador, al cual yo y ellos servimos.

Ademas de ellos esta Dios Padre, Su Espiritu y mi Jesus. Recuerdo con claridad como su amorosa mano me ha guiado en el pasado y es por eso que creo me guira en el futuro. Su cualidad de omnipresencia me lo aseguran asi como su amor infinito.
Además de esto creo yo también están los lazos de amor que hemos construido, aunque no podemos seguir cultivándoles con nuestra presencia corporal, ahora los medios de comunicación nos ayudan a sentir esa cercanía sentimental que nos ayuda a creer en el verdadero amor. Son estos lazos los que subsisten por medio de nuestras palabras, nuestras cartas y hechos.

La amistad y el amor familiar son la clase de dones que merecen de la inversión más cara en este mundo que es el tiempo. Dice un sabio que los hombres gastan su salud en hacer fortuna y darían su fortuna por ganar más tiempo.

“El tiempo”, me dijo una amiga ayer al despedirnos, “es lo más valioso que puedes ofrecer a otra persona. Vale más que casa o autos o viajes o dinero.” Ayer creo yo, Diós la mando para que yo escuchara sabiduría. Realmente es muy fácil envolvernos tanto en nuestras vidas diarias y rutinas de trabajo que olvidamos darles ese regalo precioso, como es el tiempo a esos que amamos.

Creo que la amistad verdadera es capaz de superar la prueba del tiempo y la distancia y es otro don que permanece no importa lo que pase en nuestras vidas o los giros que de.

Es por eso que creo que cuando tomamos el tiempo he invertimos en cultivar las relaciones interpersonales ellas se pueden tornar en luces en nuestra vidas que son capaces de permanecer.

Espero que hoy inviertas en las cosas permanentes en tu vida pues son ellas las que nos ayudan a pisar más fuerte, a vivir más intensamente y nos ofrecen la verdadera clase de felicidad.

Eso es lo que deseo para tu vida y la mía hoy.

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