“Somos doblemente extraños, porque entre nosotros no solo existe el engañoso mundo exterior, sino también el engaño que existe en cada mundo interior.” Pascal Mercier (Night Train to Lisbon)

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El viento frío sube por el túnel de las escaleras mientras las bajó lentamente al andén del tren . La frescura de sus ráfagas acaricia mi pelo y me despierta a la mañana de luz creciente con la llegada lenta y segura de otra primavera. Son las 6:55 am y es cuando los vuelvo a ver. Verlos allí parados de nuevo me saca una sonrisa.

Son la pareja da las mañanas. Ella es de pelo claro, ojos grises y el de un escaso pelo negro y ojos de un café intenso. Están agarrados de la mano y no se sueltan. Son jóvenes tal vez de veintitantos y están en el andén todas la mañanas a la misma hora de mi tren. Por sus miradas puedo ver que están enamorados. Cuando el tren llega, el chico se sube y ella se despide por la ventana parada en el andén. Luego ella sube las escaleras y regresa a sus labores del día. Me llaman la atención porque en un país como Alemania donde la independencia es reina, es raro ver a personas despedirse unas de otras en el andén, a menos que una de ellas traiga una maleta en la mano con rumbo al aeropuerto. En cambio ellos están allí cada mañana y son fieles como el tren. No cargan ninguna maleta y están allí a la misma hora todos los días disfrutando su último minuto juntos, antes de partir a lugares distintos para enfrentar su día. Su amor es refrescante y despierta los anhelos escondidos qué hay en todo corazón.

Hay un hombre que se monta en las mañanas en mi tren. hay veces a mi lado, hay veces en otros asientos, estará tal vez en sus cincuenta, usa a menudo una chamarra azul y carga con él un libro viejo, desgastado, pequeño que siempre lee. Ha de ser un librito muy importante para él, pues lo lleva en todos sus viajes, creo que un día le preguntaré que lee.

Hay otro personaje que me intriga. Se sube y se baja en la misma estación que la mía y la mayoría de los días coincidimos en horarios. Sus rasgos son finos como los de una mujer europea, su pelo es castaño y le llega a media espalda. Siempre lleva puesta la misma chamarra y los mismos zapatos deportivos. Me paro al lado y me saca medio metro, para observarla tengo que mirar hacia arriba, o de lejos. Me intriga porque no he podido descubrir su sexo, y la forma de vestir podría ser la de una dama o un caballero. Algunas veces estoy segura que es un chico, y el siguiente creo todo lo contrario. Es adolescente y tal vez el mismo está tratando de descubrir quién es. Lleva por dentro casi estoy segura la pregunta que plaga a la juventud. ¿Quién soy yo? Sonrió, me ilusiona saber que tanto le queda por vivir.

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Ademas de personas hay otras cosas que observo en el tren y son situaciones que me hacen mucho pensar. Hoy observé una de ellas que me sacó una pregunta y un par de lágrimas.

El sol caía lentamente y salí del trabajo corriendo entre edificios altos para alcanzar el tram que me conecta con mi tren a casa. Iba feliz pues esa noche me encontraría con el amor de mi vida en nuestro lugar especial. Detrás de mi venia un viejecito con andador que trato de apresurar el paso para poder subirse a tiempo a el tram. Yo traía tanto en la cabeza que no me percaté de él hasta que vi a una mujer africana pararse sobre la puerta del tram para impedir que se cerrara. Esta le grito en aleman:.

-¿Quiere subir? . 

El le dijo con la cabeza que si y trato de avanzar más rápido hacia la puerta. En ese mismo instante salió la conductora de su cabina pues íbamos en el vagón del frente y le grito a la africana horriblemente:

-Está prohibido impedir que la puerta se cierre. ¡Quítese de ahí!

En ese instante el viejo afortunadamente se subió victorioso al tram y vio a esa mujer de otro continente que lo había salvado de perder su tram con ojos de gratitud inmensa. Observe con atención su mirada pues además de tener una gran sonrisa sus ojos poseían un brillo muy especial y sincero que parecían decir además de gracias;

“Por fin alguien me comprende y tiene compasión por estas piernas acabadas y débiles que algún día fueron fuerte y jóvenes como las tuyas.”

Entonces me pregunte; ¿Que será más importante en la vida: las reglas de un país como Alemania que por medio de ellas ha llegado a ser rico y próspero o la Bondad?
No encontré una respuesta clara, hasta que en la noche mi madre al otro lado del mundo, sin saber de mi experiencia ese día me mando este refrán:

“Delante de las canas te levantaras y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor. Yo Jehova. Leviticos 19:13”

Sé que algún día mis piernas serán viejas y débiles como las del anciano, quiera Dios que en esos días encuentre mujeres y hombres bondadosas en los trenes de mi vida.

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One Response

  1. Fanny!! Sábes? En el correr de los años de mis viajes a Linares platiqué con tantas personas. Al ver lo que tú escribes, me inspira…

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