Hace como tres años atrás, dos Polacos nos visitaron en México. Eran amigos muy cercanos de mi esposo y querían conocer el verdadero México. No solo el México que se les enseña a los turistas.

Para mi la mejor manera de hacer esto es; llevarlos al campo, a los ríos y montañas cerca de la Sierra Madre Occidental, llevarlos a los mercados populares, a las plazas y montarnos en un carro y recorrer sus carreteras para llevarlos a uno de los lugares mas hermosos de ese país como es la Huasteca Potosina.

Mientras caminábamos por diferentes lugares, ellos mencionaban una y otra vez cuan azul era el cielo. Estaban impresionados de verlo tan nítido, tan hermoso, lleno de nubes blancas que parecían dulces de algodón en un azul tan imponente como el mar.unadjustednonraw_thumb_5c55

No me había dado cuenta de ese azul del cielo, me había acostumbrado a el. Me deleitaba en las puestas y salidas de sol que me daban la bienvenida a los anhelos de un nuevo día, o introducían lentamente a la nostalgia del día que paso y no volveriá jamás.

Habían pasado casi diez años desde que había dejado Michigan y sus inviernos oscuros que anhelaban la luz. Me había hecho insensible a la majestad del cielo y la oportunidad de verlo con los claros y incandescentes rayos de un sol casi siempre presente en esta tierra de color a cobre y olor a maíz, aguacate, salsa y mangos.

En este momento de mi vida estoy viviendo otro largo invierno. Ahora vivo en Berlín y el gris del cielo frío ya ha durado varios meses y casi sofocan el alma y aprietan muy fuerte el pecho de una persona común como yo que nació bajo la luz del sol en un país lleno de mitos y leyendas, como lo es México.unadjustednonraw_thumb_6cad

Hace como dos meses cuando venia en el tren de vuelta a casa, aquí en Berlin y descubrí que el sol nacía entre las nubes grises y se tornaba imposible para ellas encubrirlo un poco mas. Me emocione tanto que compuse un canción, que le cante a mi amiga Mary por what’s up al otro lado del océano y se rio tanto de mi, por la felicidad que emanaban mis palabras por la simple razón de haber visto nacer el sol. Recordó sus inviernos en Armenia y entendió mi corazón.

La verdad es que la ausencia de azul me ha enseñado cosas nuevas, cosas que ya había visto, que ya había experimentado pero que muchas veces pasaron delante de mi desapercibidas y no fueron valoradas por los regalos que eran, maravillas del creador. Tal vez nunca las note porque estaba acostumbrada a ellas.

Hoy mientras caminaba a casa pensaba un poco en todo esto y en la Fe. Dice Pablo el gran apóstol y sabio erudito de los misterios de Dios que la Fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1) Levante mis ojos y observe mi cielo y lo vi tan gris, y de repente recordé que lo había visto unos pocos días antes desde un avión y el cielo en verdad era muy azul.

En este momento no lo veía, todo en mi alrededor era frio y gris, sin embargo había una cierta convicción en mi alma, una confianza certera de que al otro lado de las nubes el cielo todavía era azul. Compare esta experiencia con la Fe y recordé la Fe de mi hijo en las personas. Y como la confianza es un valor tan importante en la relaciones interpersonales.

Y te quiero contar de esto mañana…..

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