Tengo una amiga muy querida. Nuestra amistad ha durado años y en los meses recientes hemos tenido conversaciones muy profundas acerca de las pruebas de la vida y como podemos ver a Dios en medio de todo esto.

Me ha ayudado mucho y es por esto que le pedí que escribiera su testimonio es esta pagina, para el beneficio de personas como tu, mi querido lector. Estas son sus palabras…..

“La vida es una suma de momentos y sucesos vividos, que van conjuntando las experiencias, momentos agradables y momentos no tan agradables, más sin embargo la felicidad no depende de un momento placentero, o la suma de éstos, la plenitud de la vida consiste en la manera como percibo mis experiencias y lo que hago con ellas, por más dolorosas que sean.

Una de las experiencias que cambiaron mi vida, fue el haber pasado por un divorcio, no fue planeado ni deseado, pero fue una decisión tomada, no por un arranque de despecho y de locura, sino más bien fundado en un instinto de supervivencia que todo ser humano tiene.

Por lo tanto, es una herida que está en el alma, algunos días duele más que otros, y que hasta el día de hoy sigue presente, una autora cristiana, lo describe de una manera muy contundente y realista: “Vivir con alguien que ha roto el voto matrimonial y está totalmente cubierto de desgracia y vergüenza por un amor culposo, pero no se da cuenta de ello, es como una gangrena que consume el alma. Además, el divorcio es como una afección cardíaca que se lleva durante toda la vida. Dios tiene compasión de la parte inocente. El matrimonio debe ser muy bien considerado antes de ser contraído”. TCS 281.1.

Desconozco cuando sanará totalmente la herida, me pregunto si es que sanará por completo, pero es algo que allí está, es una experiencia de vida y como lo he vivido es el propósito de este escrito.

Debo mencionar que el estado de paz mental del cual gozo la mayor parte del tiempo, no es producto de la casualidad, he invertido tiempo, dinero y mucho empeño y esfuerzo en hacer cosas por mí, para crecimiento y sanidad, desde que me divorcié, he cursado un diplomado, dos maestrías y diligentemente tomé un año de terapia ininterrumpido, busqué redes de apoyo y entre ellas, encontré un grupo que estudia la Biblia todos los días, y de manera autodidacta estamos leyendo la Biblia y corroborando el aprendizaje obtenido a través de exámenes de los capítulos leídos, el reto: leer la Biblia en 6 meses, es el primero de muchos, porque el objetivo es hacer del estudio diario de la Biblia un hábito.

Otra meta a cumplir es hacer tiempo para la oración personal, con luchas y desafíos, empecé a orar 20 minutos en la mañana, 20 minutos antes de dormir, y 10 minutos a mediodía, con la meta de aumentar los minutos en cada período de oración al día, no es mi intención ponerme como ejemplo de perfección y de haber alcanzado ya mis metas y la plenitud de la vida, porque considero que la vida es un constante aprendizaje que como consecuencia trae crecimiento, a todo aquel que esté dispuesto a tener sueños y metas en la vida, a trabajar en ellos siendo disciplinado y diligente, he visto la mano de Dios en mi vida, porque lo que ha traído paz a mi alma han sido la oración y el estudio de la Biblia, sin embargo Dios pide que cada uno de nosotros hagamos lo que nos corresponde, y en la persecución de nuestras metas y sueños hay mucho que hacer y requiere de un esfuerzo y un trabajo diarios, en esta vida las cosas no se logran por la casualidad o la buena suerte, es Dios actuando a través de los seres humanos que así lo permiten.

Han sido tantas enseñanzas que he adquirido en estos últimos años, y apenas estoy empezando a entender que la felicidad no depende de las circunstancias, como ya lo mencioné, depende de cómo reaccionó ante lo que me pasa y lo que hago con eso que me pasa, básicamente los lentes con los que veo la vida, los adquirí de la familia, la cultura y las costumbres con las que crecí.

Dicho en otras palabras; de mis creencias, si bien fuimos moldeados de cierta manera por nuestro entorno, una de las grandes ventajas de ser adultos, es llegar a un punto en la vida, detenerse y analizar y cuestionar mis creencias, mi modo de vivir, sobre todo si no se encuentra satisfacción o plenitud, quiere decir que algo esta mal.

Cuando me refiero a plenitud de vida, no estoy hablando de la ausencia de problemas, tampoco estoy hablando de que todo en la vida me ha salido como yo lo planeé, no se trata de eso, se trata de entender mi propósito en esta tierra, de definir sueños, sueños que en sí traen esperanza e ilusiones, que son el motor que me va a mantener funcionando, es aprender a tener contentamiento sin importar las circunstancias de mi vida, y en lo personal, he encontrado todo esto en Dios, a través del estudio de la Biblia y de la oración, eso es lo que ha cambiado mi vida, y me ha dado una visión más amplia de las situaciones por las que he pasado y las situaciones que vivo día a día.

Esto infunde mucha paz y esperanza, porque en vez de estar ensimismada en mí misma, puedo salir de mi, y ver mi vida desde una perspectiva más amplia y por lo tanto encuentro satisfacción en ayudar a alguien cuando viene en busca de ayuda.

Esta mañana al hacer el culto familiar con mis hijos, leíamos acerca del profeta Eliseo discípulo de Elías, el texto mencionaba que a diferencia de Elías, Eliseo no tuvo un carro de fuego que lo llevara al cielo sin probar la muerte, sus días finales fueron lentos y quizás con algunas molestias, pero aún a pesar de eso, su fe y su confianza en Dios no decayó, su confianza en Dios no estaba sujeta a las circunstancias de la vida, ese amor y esa confianza eran principios bien fundamentados en un Dios que cumple sus promesas, aunque en el momento no lo podamos ver, ¡que maravilla y que esperanza se puede encontrar en la experiencia de los fieles siervos de Dios! ¡Es motivo de regocijo y de gratitud por un amor tan inmerecido y tan grande de Dios hacia nosotros!

Uno de mis versículos favoritos se encuentra en el libro del profeta Habacuc: “Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falle el producto del olivo y los campos no produzcan alimento, aunque se acaben las ovejas del redil y no haya vacas en los establos; con todo, yo me alegraré en Jehovah y me gozaré en el Dios de mi salvación. ¡Jehovah, el Señor, es mi fortaleza!” Habacuc 3:17-19.

Es esta confianza, esta fe, en mi caso pequeña e imperfecta, pero es lo que ha traído paz y seguridad a mi vida, plenitud y espíritu de servicio, mi proyecto de vida personal se rompió en mil pedazos, todo lo que planeé para mi futuro quedo hecho añicos, jamás pensé en ser una madre que cría sola a sus hijos, y aunque el padre está muy presente, no es lo mismo el desafío del día a día con los hijos cuando el padre no está, que tengo miedos, incertidumbres, si los tengo, pero ante situaciones que están completamente fuera de mi control, he optado por dejárselas a Dios y dejar de estresarme por ellas, me contento con hacer mi parte y lo demás dejárselo a Dios.

Me considero una persona de convicciones e ideales muy altos, nunca ha sido parte de mi la mediocridad, cuando empezamos a caer en la relación matrimonial en la mediocridad, dentro de mis limitados recursos, hice mi mejor esfuerzo por superar esos obstáculos y alcanzar una relación más satisfactoria, luche con todas mis fuerzas, hasta llegar al punto de tener que decidir entre mi propia vida, o seguir con las apariencias o con una vida relativamente cómoda económicamente hablando, tomé la decisión de perseguir mis sueños y mis ilusiones, no me permití traicionarme a mí misma y seguir perdiéndome como persona, y sólo por la gracia de Dios pude salir del infierno en el que vivía, no fue fácil, no ha sido fácil, mi área de oportunidad más grande sigue siendo la parte económica, he adquirido ciertas deudas, que con la ayuda de Dios he ido saldando y el día de hoy soy autónoma y me siento muy satisfecha y orgullosa por esos logros.

Alguna vez mi papá me dijo: “Hija, la vida con Cristo, es linda, es hermosa”, yo lo he comprobado, la vida con Cristo lo es todo en este mundo, donde los dardos del enemigo nos alcanzan, pero en Jesús hay esperanza y hay plenitud de vida. Concluyo con el título de un libro que cuando era niña lo vi alguna vez en mi casa: “A pesar de todo, la vida es bella”.

Débora Elena Ramírez Núñez.

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