Hace unos días leí una historia sobre el sacrificio de los habitantes de un pueblito llamado Eyam. Esta historia la encontré gracias a John Leavy quien la escribió en Quora. El pueblito esta al norte de Londres y es un pueblito pintoresco con casas de piedra. En el otoño de 1665, el sastre local recibió un paquete de tela de Londres sin saber que estaba infectado con la Peste Negra. Uno de sus ayudantes al notar que la tela estaba húmeda, abrió el bulto y lo colgó frente al fuego para que se secara. En una semana, Viccars, su ayudante estaba muerto. Para la primavera siguiente, no menos de 42 personas habían muerto a causa de la enfermedad. Aterrorizados, algunos habitantes hicieron planes para desalojar el pueblo. Sin embargo, el entonces presidente municipal William Mompesson convenció a los habitantes de que se quedaran para evitar que otros pueblos fueran infectados. En un acto de valentía la gente de Eyam, decidió quedarse y se impusieron una cuarentena voluntaria durante catorce largos meses. En algunos casos, familias completas fueron aniquiladas, en otras solo quedó una persona con vida. La muerte final ocurrió un año después, el 1 de noviembre de 1666. Hoy en día, este pueblo se llama “El pueblo de la plaga” y es un destino turístico popular.

Leer de un sacrificio tal en tiempo como los que vivimos en este 2020 es realmente admirable y te dejan pensando. Después de leer esta historia me pregunté ¿Qué estoy dispuesta a hacer o dejar de hacer para que otras personas no se enfermen? ¿Cuánto de mis deseos personales estoy dispuesto a sacrificar por el bienestar de los demás? En Eyam, aproximadamente la mitad de la población fue aniquilada en ese año. Pero debido a su acto de valentía, la gente de los otros pueblos y ciudades cercanas se salvó.

Aunque no vivimos en el 1600, ni en Eyam, estoy segura de que muchos de nosotros hemos visto actos de valentía y amor hechos por nuestra sociedad en esta pandemia. Por mi parte he escuchado de mis amigas que llevaban comida a la puerta de los infectados. Han entregado medicinas, víveres, donado dinero para familias que no tienen que comer, incluso uno de ellos ha volado a otros países para cuidar a los padres viejos y solos que están infectados. En mi familia realmente admiro a mis primos que están en la primera línea de batalla en esta pandemia cuidando a los infectados en los hospitales, como enfermeras o médicos. Algunos de ellos incluso se han enfermaron a causa de Covid y después de recuperarse, regresaron para seguir ayudando a los que aún están enfermos. Eso requiere valor. Ellos son realmente los heroes entre nosotros.

En España cuando todo se cerro en marzo aplaudían desde sus balcones o ventanas todas las noches a la gente del área sanitaria durante la primera ola de Covid. Hoy quiero escribir esta publicación para aplaudir a todos aquellos que luchan en el frente de los hospitales para ayudar a los enfermos. Aplaudo por las personas que se quedan en casa y no corren el riesgo de contagiar a otros, y aplaudo a todos mis amigos y familiares que son conocidos es esta época como los “indispensables”, al comenzar esta segunda ola de covid. Aplaudo también por esos pequeños actos de amor, llamadas telefónicas, mensajes, cartas, canciones, que se envían a otros lugares, países o personas que las necesitan. Aplaudo a todas las personas que oran para que Dios tenga misericordia de todos nosotros. Aplaudo a los que nos aseguran de que sepamos que no importa lo que pase todavía nos tenemos el uno al otro. En estos tiempos, estamos siendo llamados como humanidad para que el amor y el valor dentro de nosotros brille.

Es mi mas honesto deseo que todos tengamos suficiente.

 

P.D. Si has visto un acto de valor en estos tiempo que debe ser reconocido, por favor déjalo en los comentarios.

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